|
 |
« Responder #105 en: 28/12/05, 08:22:36 am » |
|
ya que hay tanta curiosodad ahi va algo de info, sobre su origen (sacado de otra pagina)
ALARMA EN GOA
En una carta dirigida en 1990 al primer ministro indio Rajiv Gandhi, un grupo de activistas de Goa, ex colonia portuguesa del sur de la India, CCAT (Ciudadanos Inquietos por el Turismo) afirmaba: “En los últimos diez años, hippies y mochileros de la misma calaña se han instalado aquí… Viven en nuestro territorio sin visas ni pasaportes… Se tumban desnudos en nuestras playas y practican y propagan el amor libre. Las drogas son parte integrante de su manera despreocupada de vivir. Son parásitos que prosperan chupando la savia vital de nuestra nación, de nuestra juventud.” Cuando realizaba un estudio de campo para mi doctorado sobre el turismo en Goa, observé reacciones emocionales ante la cultura blanca de los turistas hippies, difícilmente conciliable con la tradicional de las aldeas de la costa. Esas reacciones obedecían a un sentimiento de patriotismo frente a la temida amenaza cultural del turismo, especialmente en la aldea de Anjuna, en el norte. A comienzos de los años noventa, el turismo hippy dio paso a una de las más famosas expresiones del rave en el mundo: la música “Goa trance”, que no sólo atrae a ravers y a grupos de turistas del Reino Unido, Israel, Alemania, Francia o Japón, sino también a la juventud local. La alarma ante la idea de que los jóvenes sucumban a supuestos placeres “extranjeros” no es algo nuevo. La cultura juvenil es por definición rebelde y vulnera las nociones que los adultos tienen de decencia y salud, de responsabilidad y buen gusto. No es de extrañar que la desaprobación de los mayores se traduzca en informaciones alarmistas de los medios de comunicación y a menudo en acciones policiales encaminadas a subvertir las subversiones.
El conflicto entre lo local y lo occidental Se han estudiado los vínculos entre la dimensión generacional de la alarma moral y la clase social, el sexo o la etnia, pero no se ha prestado atención al aspecto intercultural. En Goa, la alarma moral se ha convertido en un problema Norte-Sur debido a ese insidioso “imperialismo cultural”. Se piensa que algunos jóvenes del lugar –varones, pues las muchachas indias suelen permanecer en casa– prefieren la música, las drogas y los hábitos sexuales occidentales a “valores tradicionales como la honradez, la disciplina, la buena conducta y el patriotismo” (CCAT). Para numerosos padres, periodistas y activistas, los extranjeros blancos están imponiendo su cultura a los jóvenes indefensos de Goa. La realidad es más compleja. En los años setenta, los hippies escuchaban su música tendidos en las playas y embrutecidos por las drogas, mientras la población local trabajaba para subsistir. Dos mundos opuestos coexistían en una misma aldea, pero nunca hubo problemas para hablar de ello. En los años ochenta, las fiestas se volvieron multitudinarias, la música se tornó electrónica y el mercado de la droga se organizó mejor. Tradicionalmente las fiestas de Goa trance se celebran durante la luna llena, en Navidad o Año Nuevo, en playas, bosques y colinas. La entrada es gratis, se prolongan hasta el día siguiente y mantienen despierto a todo el pueblo. La música Goa trance es música tecno rápida y reiterativa, con cadencias que recuerdan la armonía oriental. El pasado hippy de Anjuna se refleja en las pinturas fluorescentes y en espectáculos que se adaptan a la fuerza psicodélica de la música, realzada por el consumo de drogas ilegales como lsd, éxtasis y hachís. La atmósfera y las imágenes psicotrópicas se imitan en Internet y en fiestas de “psi-trance” a lo largo y lo ancho del planeta, de Eslovenia a Sydney, de Tailandia a Tel Aviv.
Hay que identificar los problemas Muchos habitantes de Goa participan vendiendo té, comidas rápidas y cigarrillos, conduciendo taxis, o alquilando habitaciones, motos, recintos para fiestas o equipo sonoro. También venden alcohol, ropa, drogas, alimentos, casetes, etc. Y como la música ruidosa está prohibida en Goa después de las 10 de la noche, policías y políticos corruptos pueden ganar montones de rupias cobrando coimas por permitir las fiestas y la posesión de drogas. Las festividades de Anjuna son pues tan interesantes para los extranjeros como para los goanos. Sin embargo, esta dimensión económica es ignorada por sus detractores, que estigmatizan la atmósfera festiva de la ciudad por estimar que complace a los turistas, pero corrompe al Gobierno y seduce a la juventud de Goa. Se trata de una alarma moral con una dimensión postcolonial e intercultural. Alarma, porque se exageran los efectos del trance. Moral, porque siempre tiene una connotación puritana y patriótica. Ello impide admitir que muchos jóvenes de Goa disfrutan de las fiestas —sin drogas (demasiado caras) y sin sexo (contrariamente a la idea generalizada en la región, los raves no son orgías sexuales). Es más, numerosos jóvenes ricos de Bombay están descubriendo la Meca del rave en su propio país. Pasan fines de semana y vacaciones disfrutando de esas fiestas, aunque se quiten la indumentaria hippy al regresar a casa. No digo que goanos, turistas indios, niños bien de Bombay, grupos de turistas occidentales y jóvenes en trance bailen felices y unidos en una comunión pluralista, pero sí que la concurrencia es sumamente diversa, mucho más que en Occidente. Los criterios estrictos con que se preparan esas fiestas hacen difícil ver el fenómeno como una estrategia de la mafia de los narcóticos, del capital multinacional o de imitadores excéntricos de Occidente. Es cierto que el turismo, el tráfico de drogas, la corrupción y las imágenes estereotipadas de Goa se alimentan de la desigualdad existente entre Norte y Sur, rubios y morenos, ricos y pobres. Pero deducir que los jóvenes de Goa han caído en la trampa del hedonismo y el materialismo “extranjeros” es algo muy diferente. ¿Cabe concluir que la alarma moral no se justifica en Goa? La alarma moral no se justifica nunca, pues se basa siempre en interpretaciones erradas. Lo razonable es mirar la situación con la perspectiva adecuada. Muchos goanos ganan bastante dinero en invierno gracias a las fiestas de trance. Eliminarlas, lo que parece ser el firme propósito del gobierno y la policía, perjudicará más a la población local modesta que a los propietarios de hoteles de lujo o a los traficantes de drogas. El clima represivo favorece la corrupción e impide debatir abiertamente el problema. Y lo que harán los turistas es irse a otro sitio. A muchos jóvenes del lugar y turistas indios de escasos recursos les divierte bailar al son de esa música. ¿Quiénes son los intelectuales y padres que sostienen que esa distracción “no es real” porque procede de los extranjeros? ¿Cómo saben que las amistades entre muchachos del lugar y de otros países son puramente interesadas? Tachar el trance de “no goano” y “colonialista” es negar el diálogo intercultural y la posibilidad de resolver los problemas. ¿La cultura burguesa católica impuesta por los padres a la juventud de Goa no es el resultado de un colonialismo más agresivo (de Portugal) que la subcultura del trance con la que flirtean hoy? Pues no es más que un flirteo: pasada la temporada turística, los participantes se reincorporan a la vida del pueblo donde viven. A juicio de los goanos y los extranjeros que bailan, el trance es una expresión del lugar. Pero admitir que el trance es goano, ¿resuelve el problema? La contaminación forma parte de Goa y no es buena. Muchos de los problemas de Goa están vinculados al turismo del rave, pero no podemos contentarnos con quejarnos de la industria turística y de los extranjeros. Hay que identificar los problemas. Un joven de Goa decide perforarse las orejas para seguir la moda del trance, ¿es grave? ¿O debe inquietarnos más que los policías paguen para ser destinados a la costa, donde pueden recibir coimas? Tratemos de resolver el segundo problema. No juzguemos a partir de historias truculentas sobre los lunáticos perversos de Anjuna ni de un rechazo irracional del intercambio intercultural. Tal vez el lector esté frunciendo el ceño ante un sabelotodo europeo que habla de los problemas de los demás con una actitud que recuerda a la antigua dominación Norte/Sur, pero ahora a nivel universitario. En vez de ocultarse tras la fachada de una “ciencia social” neutral, ¿por qué no tratar de impulsar el debate sobre la forma en que Goa puede resolver los problemas del turismo rave?
|