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« Responder #66 en: 08/07/25, 18:38:55 pm » |
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Con vuestro permiso dejaré una reflexión sobre lo que considero que es origen de la makina con K. Cada uno puede exponer lo que piensa, yo dejo mi aportación:
Hablar del origen de la música makina, con K, solicita de una vez por todas romper con el 1994 y todo aquello que tiene que ver con la maquina, con Q. Debemos superar ya el recuerdo de Psicódromo, de Gran Velvet, o de Quattro Vallès pues estas salas simbolizan un intento de continuidad respecto de la Ruta valenciana que pronto, ya en 1995 dejó de existir aquí en pos de algo nuevo, genuino, diferente.
La Makina, con K, como movimiento musical, social y cultural no surge como la continuadora de la propuesta valenciana sinó desde lo más underground secundada por programas radiofónicos como el It’s Your Time en Onda Rambla y el Frecuencia Chasis en Radio Mataró. Un tiempo en que la emisora de Chasis convivía con aquel programa de Paco Palma, de Todo un Poco.
La oferta hertziana de los 95 a 96 descubrió temas tan clásicos como el «Bad girls go to heaven too» o el «The sound of Ooo» de Sistema 3, sumado a la oferta belga, alemana y holandesa que hermanaba y apadrinaba la subida del pitch y una estructura radicalmente opuesta a Valencia.
Scorpia por ejemplo tenía más en común con el espíritu de la Love Parade que con las sesiones de ACTV. Otro ejemplo, Nittzer Ebb fue destronado sin piedad por New Limit y en este orden, el Psicódromo daba paso a la disco 8 y Barcelona daba espacio al Barçalles.
La makina, con K, vino a la vida muy vinculada a los temas de la incombustible Bonzai Records: el Second Dimension de Hitch Hicker & Dumont o el House of House de los Cherrymoon Traxx. Por narices que debemos hacer justicia con la génesis del movimiento makiner y olvidarnos de la Ruta y su maquina con Q, que estuvo cojonuda y a la también le debemos pleitesía.
Salvemos esa piedra enorme que nos asemeja con el mito de Sísifo pues aquí, aunque nos servíamos de otro tipo de dieta también Mediterránea y simpática iniciamos también la revolución de las sonrisas.
Vamos con las evidencias:
Ni Q, ni K. La escena catalana se ha visto influenciada ciertamente por la música que sonaba en Valencia y no hay dudas, però la K ni es su continuadora, ni es su nuevo escaparate. Vamos pues a tomarnos las cosas en serio y a romper de una vez con esa etiqueta referencial.
El movimiento catalán buscó de propio tendencias europeas que hasta entonces eran el dominio de formaciones como los Dune y Scooter. 1996 supuso el reconocimiento de un tiempo indomable en el que podías estar bailando producciones de casa, catalanas, y cuando de repente podías descubrirte en Chasis escuchando el Higher State of Counciousness del Josh Wink, una rareza que identificaba las primeras sesiones entre la propuesta makiner y la calidad europea. El mítico Born Slippy identificaba la sala de Mataró con aquellas míticas sesiones de la escena clubber inglesa, toda una osadía.
Sigamos: en Girona los temas de Vinyl Groover marcaban los cánticos del fandom xquesiano junto a las cantadas referenciales de los Highlanders, como el Hold me Know, aquella cantada inmortal que competía con el I wanna be a hippy de los technoheads, o el Love U More de un prolífico Paul Elstak. Eterno holandés quien un par de años después comenzaría a dejar su huella bajo el nombre de Da tekno Warriors.
1996 explota gracias a formaciones como Pastic Enemy y su Bulldozer, Dj Tibby y su Energy, y un elenco de producers alemanes que comenzaron a producir para la escena makiner (algo nunca visto y enriqueció al movimiento dancer catalán).
Esta es parte incuestionable de nuestra Génesis, la de la K. Una propuesta que se movía muy rápida entre la música que nos llegaba de afuera y aquello que nacía desde dentro. Fuímos cultura hasta la comercialización infame del sonido que identificaba la makina, cuando los patriarcas de la productiva catalana se retiraron por la monotonía de un sonido estandarizado por las discográficas y algunos nuevos productores, más cerca del deejay que del sentido de los orígenes.
Tuvimos tres buenos años hasta que las radios celebraron sus grandes fiestas. En el 96 un Kubiko de la Quality Madrid podía compartir espacio con un Desigual 1. La originalidad de nuestros inicios vinieron selladas por personas como Julio Posadas, quien fue alternando los míticos Dith Wemyd o Hecor Seral, apadrinando el primer Korpus – Indie.
La makina tenía un sello propio y catalán promovido por los Extres (Julio Navas y David Amo), por los Fraktal y por otras propuestas que nacían de las manos de los incombustibles, nuestros padres fundadores.
Respecto de la Q es obvio que le debemos un riguroso reconocimiento, tal que nos hermana con las estructuras de los primeros temas, como el Chasis del 93. A partir de ahí la makina reivindica un tempo diferente y una apuesta por hacer más festiva la productiva dancer. El gato de Sistema 3 y los Happy Days marcan aquello que dice que a los catalanes nos gusta el folklore y aquello de levantar las manos. Las melodías empiezan a ser idenficativas e identitarias para la makina con K.
Se rompe el cordón umbilical respecto de los antecesores más industriales y nos hacemos adolescentes. Ya sabéis, ingenuos descerebrados que compartimos el sentimiento de una misma sensación. Los deejays pinchaban, los productores editaban, las discográficas vendían y nosotros bailábamos, però salvo la industria (muy perra) existió una unión insultante entre los tres actores principales: el que hace la música, el que pincha la música y el que baila la música.
Lo fundamentalmente original y primigenio fué que conforme deejays y productores aprendían y mejoraban sus prestaciones nosotros estuvimos ahí sin importarnos el carácter naciente de la fiesta (pagando entrada). Aquello de la cultura de deejay o de la cultura de club no existía y todos íbamos a pasarlo bién, sin importar si un tema no cuadraba, si una mezcla no era harmónica, o si petaban la aguja del plato y pedían una cápsula o que alguien fuera a casa a buscar un plato de reemplazo.
Poco importaba si se alguno pinchaba con una mano porque el deejay estaba lesionado, si se rompía un disco porque durante la mezcla había saltado, o si venía de gusto repetir un tema. La sala correspondía con amabilidad y respeto. Cierto es que no éramos tantos normalmente. En esos años se distribuía el calendario discotequero entre los fines de semana de poca afluencia y las tres o cuatro fiestas más señaladas que aglutinaban la demanda.
En un país de seis millones de personas los makiners éramos muy pocos, un movimiento minoritario. Veníamos de la herencia de aquellos primeros noventa que juntaron a miles de personas al ritmo de rock català y aún bajo la lupa del recuerdo valga Dios que fuímos más longevos que la propuesta de Sangtraït, Sau y/o Sopa de Cabra. Y lo digo con pena porque a estos grupos se les debe el reconocimiento que los años y los cuarenta principales les han quitado. ¿No lo esperábais? Los makiners sabemos música porque los makiners hemos tragado polvo, barro, frío y noches sin puta agua en los lavabos, supervivientes natos (sabemos qué es perder la suerte de las radiofórmulas).
La makina tuvo éxito, tuvo marcas de ropa especializadas, tuvo identidad musical, tuvo características propias que la diferenciaron. Vale... también tuvo drogas però igual que las tuvieron los punks, los hippies, los rockers, los heavis... Vivieron en Elvys, en Frank Sinatra, en los Stone, en los Beatles y hasta en los Beach Boys. Música, cultura y fenómeno han compartido espacio con sus propias drogas, sean los Oasis o los Boney M. Éramos cultura como lo fueron los Public Enemy. Fuímos vanguardia como lo fueron las primeras Love Parade. Quizás lo que nos falta es reconocimiento y claro, en el 95 – 96 – 97 pocos escribimos o reflexionamos sobre la K.
La makina no es una subcultura porque no estaba secuestrada por los hijos de la construcción. Puedo estar de acuerdo en que durante los años que van del 92 al 94 esa sí fuera la realidad de los danzabailantes, no en el 96. El 96 viene dibujado por personas que podían efectivamente trabajar en la obra como por otras que comenzamos la etapa universitaria. En la pista no había distinción porque fuera que te ganaras la vida sacando runa o que estuvieras forjándote un futuro en la Universidad de Barcelona, todos confluímos en el mismo lugar, la pista, el Ágora que no entendía de clases sociales.
Concluyo: no hay tránsito de la Q a la K sin todos los actores involucrados, incluso en lo que supone novedad y origen, pues con la misma intensidad se debiéron vivir los primeros años de la Ruta como los años indómitos la de Makina catalana. Dos génesis propias y dos culturas separadas.
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