Título: Las grandes mentiras del 11 de septiembre
Texto del artículo:
De: Ahmed_Karim - 14/10/2004
La auténtica historia de lo que sucedió en realidad el 11 de
Septiembre del 2001 va saliendo poco a poco a la luz haciendo polvo los mitos propagados por la administración Bush. Mientras las voces oficiales en los USA continúan promoviendo la versión oficial de los hechos, numerosos investigadores independientes continúan encontrando más y más evidencias que exponen las mentiras que astutamente fabricaron los neoconservadores con la ayuda de la CNN y otros medios de comunicación acerca de los fatales hechos
acontecidos aquel día. La verdad aún permanece sin conocerse, pero una cosa puede ser establecida: la versión oficial ya no puede sostenerse más. Hay algo terriblemente erróneo en la versión de los hechos que ha sido utilizado por la administración Bush para lanzar dos invasiones y numerosas agresiones secretas unas y abiertas otras, contra los musulmanes a lo ancho de todo el
mundo.
Merece la pena que recordemos ciertos hechos: Poco después de los ataques, la mayor parte de la prensa y de los medios de comunicación de los USA magnificaron y exageraron el número de víctimas, sosteniendo que podrían haber muerto más de cinco mil personas; el recuento total de víctimas fue paulatinamente descendiendo a menos de 3.000. Esto no significa que minimicemos el valor de los muertos, sino prestar atención al hecho de que
la cifra de víctimas se infló deliberadamente para crear una atmósfera de
pánico colectivo. Durante los últimos tres años, la administración Bush, ha
utilizado de forma continua esta tragedia para mantener un alto nivel de
ansiedad y miedo en América con el objeto de promulgar draconianas leyes
internas y justificar una política exterior agresiva.
Hoy en día es ampliamente aceptado el hecho de que el 11 de
Septiembre ha sido utilizado como pretexto por una pequeña camarilla
gobernante dentro de la administración americana para sacar adelante una
vasta agenda de cambios tanto a nivel interno como externo que no podría
haber sido justificada o llevada a cabo sin una especie de catalizador
masivo. Los detalles de esta agenda política se hallan en un documento
publicado por un grupo de expertos del ala de la derecha americana
denominado “Project for a New American Century” (PNAC) (Proyecto para un
Nuevo Siglo Americano) en Septiembre del 2000. Por tanto, este evento ha
sido utilizado para llevar a cabo cambios radicales en las leyes americanas
que han tenido como resultado una considerable reducción en la seguridad
legal del ciudadano medio; igualmente ha generado decenas, incluso cientos
de millones de dólares de beneficio para una pequeña élite corporativista
gracias a contratos militares y de otro orden tanto dentro como fuera de
América. Las cuestiones que se plantean, por tanto, son las relaciones y
los
nexos que hay entre los sucesos de aquel día y la agenda política ya
referida, algo que ya ha conducido a dos invasiones, generando la muerte de
decenas de miles de musulmanes y la ocupación militar de dos países
islámicos. ¿Cuáles son los nexos entre aquellos que astutamente han llevado
a cabo este proyecto para un siglo que se supone va a ser dominado por
América y los hechos que han sido utilizados como excusa y justificación
para llevarlo a cabo?
Estas cuestiones están llamando la atención de pensadores e
investigadores independientes, y las respuestas están revelando una
historia
de grandes mentiras. Aún es prematuro para construir una historia coherente
y completa de lo que aconteció el 11 de Septiembre, pero a través de
numerosos hechos sacados a la luz pública por investigadores
independientes,
puede ser establecido sin duda alguna de que los ataques no sorprendieron
de
en modo alguno a la seguridad americana y a las agencias de inteligencia;
de
hecho, estaban sobre aviso ya con antelación, y hay evidencias que sugieren
de que algo así era deseado y necesitado por un pequeño grupo de gente que
poseía una agenda secreta para dominar al mundo.
Michael Meacher, quien hasta junio del 2003 fue ministro de Medio
Ambiente en el gabinete de Tony Blair, ha sugerido varios nexos entre el 11
de Septiembre y el Proyecto para un Nuevo Siglo Americano. En un artículo
llamado “Esta Guerra contra el Terrorismo es Falsa”, publicado en el diario
londinense The Guardian el 6 de Septiembre de 2003, Meacher escribía:
“Ahora
sabemos que un proyecto para la creación de una Pax global Americana fue
redactado por Dick Cheney (ahora vicepresidente de los USA), Donald
Rumsfeld
(Secretario de Defensa), Paul Wolfowitz (Secretario de Rumsfeld), Jeb Bush
(hermano menor de Goerge Bush) y Lewis Libby (Jefe del Departamento de
Cheney). El documento, titulado ‘Reconstrucción de las Defensas de
América’,
fue escrito en Septiembre del 2000 por el ala neoconservadora autora del
Proyecto para un Nuevo Siglo Americano (PNAC). El plan demuestra la
intención del gabinete de Bush para hacerse con el control militar del la
región del Golfo ya estuviera o no Saddam Hussein en el poder.”
Meacher señala, al igual que numerosos investigadores
independientes han hecho, que la sospecha del primer secuestro aéreo no se
produjo mucho más tarde de las 8.20 de la mañana, que un segundo avión
impactó contra el Pentágono a las 9.38 de la mañana, y que el último avión
secuestrado se estrelló en Pensilvania a las 10.06 de la mañana. Durante
este intervalo de tiempo de una hora y cuarenta y seis minutos, ni un solo
avión de combate apareció en escena, a pesar de que la Base de las Fuerzas
Aéreas de Estados Unidos de Andrews se halla a tan solo 10 millas de la
capital Washington. ¿Por qué fue ignorado el protocolo de interceptación de
las Fuerzas Aéreas aquel día, a pesar de que la fuerza aérea americana
había
realizado sesenta y sietes despegues en diferentes ocasiones en el periodo
comprendido entre Septiembre del 2000 y Junio del 2001 para interceptar
aviones sospechosos? Existe una norma legal en los USA según la cual cuando
un avión se separa de su ruta de vuelo, aviones de combate son
inmediatamente enviados a investigar el asunto. Entonces, ¿por qué se
ignoró
esta norma de actuación el 11 de Septiembre?, ¿se dieron órdenes para ser
suspendida dicha norma, y en tal caso quién las dio, sobre que base y sobre
que autoridad? Hasta ahora el gobierno de los USA no ha ofrecido respuesta
alguna a estas cuestiones.
Tales detalles comienzan a tener sentido a la luz del Proyecto
arriba citado. Según este plan, América ha de ser capaz de poder cambiar su
política exterior con el objeto de asegurar sus intereses en Oriente Medio
o
en cualquier otra región del mundo. En Abril del 2001 el Instituto Baker
de
Política Exterior había recomendado un ataque sobre Iraq porque se trataba
de “una influencia desestabilizadora del flujo de petróleo a los mercados
internacionales desde Oriente Medio”.
En cuanto a Afganistán, observadores independientes han señalado
que Afganistán se convirtió en un objetivo después de que el régimen
Talibán
rechazara aceptar las condiciones de Estados Unidos para la construcción de
oleoductos y gaseoductos que partiendo de las tierras de Turkmenistán,
Uzbekistán y Kazajstán, atravesaran Afganistán y Pakistán hasta el Océano
Índico. Se sabe que representantes americanos habían amenazado al régimen
Talibán, diciéndole: “o bien ustedes aceptan nuestra oferta de una alfombra
de oro, o bien os enterramos bajo una alfombra de bombas” (Inter. Press
Service, 15 de Noviembre de 2001)
Por supuesto, tanto petróleo como gas son los factores básicos que
se encuentran tras esta agresión global. Esta consideración generalizada
puede ser comprendida a la luz de la predicción según la cual alrededor del
2010 los USA tan solo serán capaces de producir el 39% de sus necesidades
petrolíferas, en comparación con el 57% de producción de 1990. La situación
de Gran Bretaña no es muy diferente. Alrededor del 2020, el 70% de la
energía eléctrica de Gran Bretaña será extraída a partir del gas; el 90% de
este gas ha de ser importado. Según estos pronósticos y el hecho de que
Iraq
posee 110 trillones de metros cúbicos de reserva de gas natural además de
su
petróleo, no es sorprendente que los USA y Gran Bretaña hayan invadido tan
impunemente Iraq, ignorando la cólera de millones de personas que se
manifestaron en contra alrededor de todo el mundo.
Según todos los estándares, los acontecimientos del 11 de
Septiembre fueron un crimen. Todo crimen tiene tras de sí un móvil y uno o
más beneficiarios. Mientras algunos motivos en este caso permanecen
ocultos,
es bastante evidente que los principales beneficiarios son la
administración
Bush, el Pentágono, la CIA, el FBI, Israel y las industrias militares y
petrolíferas de Estados Unidos. Es razonable, por tanto, preguntarse por
sus
implicaciones y/o complicidades en tal crimen. En otras palabras, ¿algunos
de estos beneficiarios jugaron algún papel en el trágico crimen del 11 de
Septiembre?
La posible implicación de Israel en esta tragedia ciertamente no
puede ser descartada en absoluto. En el día de los ataques, el anterior
primer ministro israelí Benjamín Netanyahu fue preguntado que significarían
estos hechos para las relaciones americano-israelíes. Su rápida respuesta
fue: “Buena pregunta...bien, no es algo bueno, pero esto generará una
inmediata simpatía hacia Israel”. Existe incluso el caso de los cinco
israelíes que fueron vistos tomando fotos y bailando alegremente en el
Liberty State Park mientras las torres gemelas del World Trade Center se
colapsaban. La policía recibió varias llamadas de ciudadanos de Nueva
Yersey
encolerizados quienes aseguraban que hombres con rasgos de ser de oriente
medio estaban filmando el desastre con gritos de alegría y con burlas.
“Parecían felices, usted sabe...no me parecía que estuvieran sobrecogidos”,
dijo un testigo. Según un programa de la cadena ABC del día 20 cuando la
furgoneta perteneciente a los alegres israelíes fue detenida por la
policía,
el conductor de la misma, Sivan Kurzberg, dijo al oficial: “Somos
israelíes.
Nosotros no somos vuestro problema. Vuestros problemas son nuestros
problemas. Los palestinos son vuestro problema.” El FBI requisó sus equipos
y reveló las fotos, una de las cuales muestra a Sivan Kurzberg encendiendo
un cigarrillo frente a las humeantes ruinas en un aparente gesto de
celebración. Con posterioridad el abogado defensor de los cinco israelíes
detenidos, Steven Gordon, reconoció que las acciones de sus clientes
durante
el 11 de Septiembre podían fácilmente haber levantado sospechas. “Tenemos
un
grupo de chicos que están tomado fotos, en una terraza de un edificio, del
World Trade Center. Hablan en una lengua extranjera. Con dos pasaportes.
Uno
de ellos con un fajo de billetes y con unas cajas de cúters. Se trata de
una
situación espeluznante.” Pero Gordon insistía en que sus clientes eran
cinco
jóvenes que habían venido de vacaciones a América, después de haber
terminado su trabajo para una empresa temporal, y que estaban tomando fotos
del acontecimiento. Los cinco israelíes fueron retenidos en el centro de
detenciones Metropolitan de Brooklyn acusados de tener caducados sus
visados de estancias y de trabajo ilegal en los USA. Dos semanas después
del
arresto, un juez de inmigración ordenó sus deportaciones. Pero fuentes de
la
cadena ABC afirmaron que oficiales de la CIA y del FBI en Washington
suspendieron la orden y los cinco hombres fueron retenidos durante más de
dos meses. Algunos de ellos fueron aislados durante 40 días, y pasaron por
diversos detectores de mentiras. Al menos dos de los detenidos explicaron
sus experiencias en América en un show televisivo en Israel tras su vuelta.
“La cuestión del asunto es que venimos de un país que experimenta el terror
diariamente. Nuestro objetivo era documentar el hecho.” Esto puede ser
creíble, pero, ¿cómo sabían que iba a producirse un acontecimiento a grabar
el 11 de Septiembre? Por supuesto, los grandes medios de comunicación
americanos no se plantean estas cuestiones, por el contrario, en el
transcurso de una hora después de los hechos, todos los medios de
comunicación discutían la pista árabe y de Bin Laden, después de que Goerge
Tenet, anterior director de la CIA, hubiera dicho, “en realidad, esto tiene
todo la pinta de ser obra de Bin Laden.” Este nexo de Bin Laden con los
hechos acontecidos se extendió con posterioridad a todos los musulmanes, de
quienes se decía que odiaban la “libertad” y la “democracia” americana: los
musulmanes gente “medieval” en sus pensamientos y acciones, querían
destruir
América porque envidiaban su riqueza y poder y aún guardaban rencor por el
hecho de las Cruzadas. Osama Bin Laden es visto como responsable de los
ataques por la gran mayoría de americanos e incluso por algunos musulmanes.
Sin embargo, él mismo negó su participación en un comunicado difundido por
la BBC e ignorado por la mayoría de los analistas. Bin Laden dijo: “Yo no
estuve involucrado en los ataques del 11 de Septiembre en los USA ni tuve
conocimiento de los mismos. Allí, en los USA, hay un gobierno dentro del
propio gobierno. Los Estados Unidos deberían buscar las pistas de los
autores de estos ataques dentro de ellos mismos; entre la gente que quiere
hacer de este siglo un siglo de conflicto entre el Islam y el Cristianismo.
Es a este gobierno secreto a quien se le debe preguntar sobre quien cometió
los ataques...El sistema americano está totalmente bajo control judío, cuya
primera prioridad es Israel y no los Estados Unidos.”
Este comunicado fue totalmente ignorado y la atención de los
medios
de comunicación americanos se dirigió a un fantasma llamado “Al-Qaida”,
supuestamente dirigido por un hombre que vive en las cavernas de
Afganistán.
Ignorando toda norma moral o de justicia internacional, la administración
Bush actuó como acusadora, juez y ejecutora, y, tras el rechazo del
gobierno
Talibán de entregar a Osama Bin Laden a los Estados Unidos, decidieron
bombardear Afganistán y devolverla a la “Edad de Piedra”. Algunas semanas
después de la invasión de Afganistán, la CIA dijo haber descubierto, en una
cueva de Afganistán, la única prueba concreta y evidente contra Bin Laden:
un confuso y apenas audible vídeo amateur. Desde entonces, analistas y
comentaristas de todo tipo han dado por probado que los ataques del 11 de
Septiembre fueron planeados y ejecutados por un hombre que vive en las
remotas regiones de Afganistán; un público americano totalmente crédulo ha
aceptado esta presunción como un hecho comprobado.
La cuestión real aún permanece: ¿quién estuvo realmente tras los
crímenes del 11 de Septiembre del 2001?, ¿lo llevó a cabo “el gobierno
dentro del gobierno”?, ¿fue la obra de un grupo bien organizado y
financiado
o, fue la obra de un grupo de individuos especialmente entrenados a tal
fin? Nada puede descartarse. No puede negarse que los USA son especialistas
en fabricar ‘casus belli’ para sus agresiones. El hundimiento del Lusitania
en 1915, por ejemplo, fue el resultado de la decisión de la administración
del presidente Wilson al permitir a los pasajeros del trasatlántico que
transportara armas para el bloque anglo-francés durante la I Guerra
Mundial;
cuando un submarino alemán torpedeó el barco, matando a 1.200 pasajeros, la
cólera resultante de la opinión pública ayudó a entrar en guerra a los USA.
El ataque de Pearl Harbor en Diciembre de 1941 ha sido invocado
repetidamente como un hecho conectado con el 11 de Septiembre; pero pocos
ha
reparado en que Japón no tenía muchas más opciones que recurrir a la guerra
contra los USA una vez que éstos últimos habían cortados los suministros de
metal y petróleo durante el verano de 1941. De igual forma, en 1964, los
USA
prepararon el incidente de la Bahía de Tokin con el objeto de facilitar la
resolución del Congreso que autorizara la intervención de los USA en
Vietnam
El caso de la invasión iraquí de Kuwait en Agosto de 1990 es el ejemplo
más
obvio de invención de excusas por parte de los USA para atacar a otras
naciones; April Glaspie, embajadora de los USA en Bagdad, informó a Saddam
Hussein un mes antes de la invasión por parte de éste de Kuwait, de que los
USA se mantendrían al margen de sus disputas con Kuwait, a pesar de que el
presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor, General Norman
Schwarzkopf,
estaba diseñando planes para una invasión masiva militar del Golfo Pérsico,
cuyo objetivo era Iraq. Además de esta circunstancia coyuntural, hay
amplias
razones para creer que los USA alentaron tácitamente un ataque iraquí para
realizar su largo sueño en política exterior de establecer una presencia
militar dominante en el rico y petrolífico Golfo Pérsico.
Es razonable pensar que llevará mucho tiempo y un cambio en
profundidad en la administración americana antes de que se pueda saber toda
la verdad del 11-S del 2001. La Comisión de investigación de 11-S, a la
cual
se opuso inicialmente Bush y que a regañadientes autorizó en Noviembre del
2002, ha sido un esfuerzo inútil en lo que a los verdaderos culpables se
refiere, pero esta comisión ha dejado entrever alguna información dispersa;
por ejemplo, las declaraciones públicas de algunos ex-oficiales de Bush,
tales como el anterior secretario del Tesoro Paul O’Neill y del anterior
jefe de operaciones contraterroristas Richard Clarke, los cuales han
confirmado que tanto Rumsfeld, Wolfowitz como el propio Bush se valieron de
la tragedia para poner en marcha sus planes de invasión de Iraq. Para
ellos,
la invasión de Afganistán fue, desde su comienzo mismo, una etapa en el
camino hacia Bagdad. La idea de una “guerra contra el terror” no era nueva,
pero tras el 11-S sus ramificaciones se han generalizado y se ha aceptado
universalmente. Aquellos que permitieron los secuestros aéreos, esperando
utilizarlos en su propio beneficio, puede que no hayan entendido todas las
consecuencias que habrían de depararse. Sea lo que sea, una cosa está más
allá de toda disputa: la explicación menos plausible es la versión oficial
de la administración Bush, divulgada incesantemente por los medios de
comunicación americanos: que los así llamados 19 miembros del Al-Qaida
entraron en los USA, aprendieron a pilotar pequeños aeroplanos en escuelas
de vuelos americanas, secuestraron cuatro aviones comerciales, y que los
estrellaron contra el World Trade Center y el Pentágono sin que ninguna de
las agencias de seguridad americanas tuviera la más remota idea de lo que
estaba pasando.
A pesar del fracaso de la Comisión del 11-S en desvelar la verdad,
sus informes han proveído una indicación clara de los intereses y del
oportunismo que invade la administración americana. Durante el transcurso
de
los dos días de sesiones públicas, televisadas por algunos canales
americanos, figuras prominentes de la actual administración Bush y de la
administración que le precedió prestaron testimonio ante las diferentes
preguntas. Entre ellos se encontraban Colin Powell, actual Secretario de
Estado, y Madelein Albright, su antecesora demócrata en el cargo; Donald
Rumsfeld, Secretario de Defensa de Bush, Paul Wolfowitz, su Secretario
delegado, y William Cohen, jefe del Pentágono en la era Clinton; Samuel
Berger Consejero Nacional de Seguridad de Clinton (Condoleeza Rice que
actualmente ocupa el cargo rehusó prestar declaración); y Richard Clarke,
Jefe Consejero anti-terrorista de la Casa Blanca tanto de Bush como de
Clinton, quien dimitió de su cargo poco antes de la invasión de Iraq y
quien
ha publicado un libro denunciando a Bush por ignorar la amenaza de Al-Qaida
antes del 11-S y utilizar los ataques como pretexto para la invasión
iraquí.
A pesar del punto de partida erróneo del que partía la comisión de
investigación, basado en la asunción de que el 11-S fue el mero resultado
de
una concatenación de fallos de la inteligencia de los USA, tanto a nivel
diplomático como militar, la comisión ha servido para demostrar que el
“colapso del aparato de seguridad” no hubiera ocurrido sin el permiso del
gobierno de los USA a cierto nivel necesario para que los ataques hubieran
tenido lugar. Casi todos los que han pasado por la comisión se han mostrado
de acuerdo en que la opinión pública hubiera hecho imposible el desarrollo
del programa político de los neoconservadores a no ser por los ataques del
11-S. Resulta igualmente probado que la administración Bush ya había
planificado la invasión de Iraq mucho antes del 11 de Septiembre, y que
Rumsfeld y otros belicistas esperaban que las acciones de autodefensa
iraquíes, tales como el fuego antiaéreo sobre aviones americanos en las
denominadas zonas de exclusión aérea al sur y al norte de Iraq, sirvieran
como excusa para una invasión. Pero esta excusa demostró tener poca
influencia en la opinión pública americana, y de aquí que se necesitara un
acontecimiento más grande que facilitara el consentimiento de aquella para
la invasión. Clarke aludió a esta necesidad durante su testimonio.
La verdad sobre el 11-S puede llevar años pero al final se
esclarecerá. Cuando el mundo encuentre quienes son los verdaderos
culpables,
tal vez ya sea demasiado tarde: el descubrimiento no ayudará a dar marcha
atrás en los numerosos cambios que han ocurrido al hilo de los ataques,
tanto dentro como fuera de los USA.
Independientemente de cuando se haga pública toda la verdad, los
ataques del 11 de Septiembre, ya han servido a aquellos que desean ver un
mundo dominado por América. Pero tal dominio es contra el flujo de la
historia humana; el tiempo de los imperios pasó. Iraq y Afganistán no serán dominios sumisos de un Rajá Americano; de hecho se pueden convertir en lugares donde los USA encuentre su final en la forma de un largo conflicto que llevará a los recursos americanos a un punto sin retorno.
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