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« Responder #507 en: 10/02/11, 17:48:04 pm » |
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un artículo sobre el KAZANTIP
Era algo más de las seis de la tarde en Popovka en agosto. El sol se pone, es momento para entrar al festival más grande Europa del Este, Kazantip. Pero no he conseguido a nadie que me acompañara al interior, así que lo hice sin compañía. Hay cosas que no se pueden dejar de hacer.
Allí entré en solitario al recinto donde cientos de personas en la playa esperaban el momento del ocaso. Lo primero que hice fue pedirme un botellín de cerveza en el DJBar. Y me busqué un sitio en una pasarela que lleva a una discoteca sobre el mar. Todo el mundo sentado en la arena o sobre las distintas plataformas, bebiendo, haciendo muchísimas fotos, incluso algunos disfrazados y siempre con una música chill-out. Todo un momento de lo más espiritual, sólo conmigo mismo, pero rodeado del más puro ambiente de fiesta… Tenía ganas de hablar con alguien para transmitir mis sensaciones…pero mi ruso y ucraniano estaban a cero. Muchos desde su baño esperaban a que el sol se ocultara. Por fin llegó el momento en el que el gran astro se escondió a golpes sobrecogedores de gong, momento para los aplausos, abrir botellas de champan y brindar.
Pensé, "ahora empieza la gran fiesta"... pero qué iluso. ¡Me equivoqué! Todo un desfile salía por la puerta. No quedaba dentro casi nadie… tragedia. Ahora estaba solo de verdad y mis amigos no venían supuestamente hasta dentro de tres horas. Y con mi billete de una entrada y una salida, hacía que inevitablemente me quedara dentro.
En un instinto de supervivencia, vi a unas chicas con unas jarras de mojitos, y le pregunté dónde podía tomarme una. Ellas muy amables me llevaron al lugar, Shit Happens Bar. Una de ellas trabajaba para la organización del festival. El garito lo habían convertido en un taller de pintar camisetas. La afamada pintora ucraniana Liana Mirosidina era una de las que marcaba su arte sobre las telas de algodón. Gracioso, porque tenían un tendedero para colgarlas y que se secaran. A mí me pintaron el símbolo del festival en el hombro y con letras doradas (el amarillo es el color oficial) la ‘KZ’, aunque con ‘Z’ hubiera bastado. Insistí que quería la ‘K’.
La torre es una atracción a la que muchos suben
La torre es una atracción a la que muchos suben Mientras el tiempo pasaba, los mojitos iban cayendo, y continuaba haciendo amistades: el dueño del bar, la camarera que hablaba español, unas rusas, otros rusos... También proyectaron incluso una película de Cameron Diaz, What Happens in Vegas. La hora de entrada de mis amigos se acercaba, así que fui a buscarlos, pero… no estaban, así que volvía a mi sitio. Fue un proceso de dar vueltas por allí y conociendo gente e investigando los diferentes puntos de ocio. Pero surgió un serio problema, eran las doce de la noche, se me había acabado el dinero, y mis amigos ni habían aparecido. Bueno me comí unas alitas de pollo en el bar-restaurante para liquidar presupuesto y volví a eso de las una al sitio de las camisetas, ya que empezaba una fiesta de fin de año. Allí me encontré con viejas caras conocidas, eso sí, ya con música a tope, gente bailando sobre las mesas. A veces gente cantando en el escenario, ya estaba perfectamente ambientado para llevar una noche más que divertida.
A eso de las dos, aparecieron mis amigos, bastante desorientados los dos, los llamaba desde lo alto de una mesa y no me hacían caso, y fueron directo a la barra. Por fin me vieron, nos fundimos en abrazos y rápidamente se integraron en la fiesta. Amigos de la noche seguían apareciendo. Uno de ellos que iba sólo con los calzoncillos y gafas de sol, otro con su gorra de capitán de barco, otro del que colgaban nueve visas de años anteriores,… eran innumerables los personajes. Bailaba y bailaba sin parar, además no paraban de caer pompitas de jabón.
A eso de las cinco, tocaron las campanas, todo el mundo se fundía en abrazos felicitando el año nuevo. La fiesta continuaba a base de chupitos y chupitos, había uno que era con vodka, licor de cereza y limón exprimido que se quedaba en forma de cerebrito…buenísimo. Sin duda hasta el momento una de las mejores fiestas de mi vida. La luz del día hace su aparición en Kazantip, en la costa del Mar Negro ucraniano. Tras muchas horas de diversión dieron las seis de la mañana. De repente cortan la música en el bar Shit Happens.
En ese momento pensé que era la hora de cierre porque el sitio era al aire libre y la luminosidad era demasiado palpable. De repente un tipo con megáfono empezó a hablar en el escenario…por supuesto no entendía nada. Pero mi amigo, el de los calzoncillos, me dijo que había que seguirlo. Pues allí fuimos. En procesión, acabó la discoteca entera en la playa mientras el del megáfono no paraba de decir cosas inentendibles a mis oídos.
Estaba claro, íbamos a bañarnos, todo el mundo se quitó los pantalones, algunos se quedaron sin nada. El del megáfono dio el 'preparados, listo, ya'. Todo el mundo corrió al agua y chapuzón, de repente me fijo que la gente nada para el fondo. Y es que habían colocado a un tío como meta, ¡era una carrera! Con algo de retraso intenté remontar, de hecho remonté bastante que quedé tercero… pero había perdido mucho tiempo mientras me enteré de la película. En el fondo del mar, que aquí no cubre el agua nunca, todos los participantes empezamos a salpicarnos y a bailar a ritmo de la discoteca que hay sobre el agua. Yo miraba al cielo diciendo esto es increíble.
De vuelta a la orilla, con bastante frío el del megáfono empezó a meter voces y otra vez lo seguimos. Nos trajo de nuevo al Shit Happen. Allí con el bañador empapado comenzó otra vez la fiesta a la luz del día. La marcha seguía y seguía, pero ya eran las ocho de la mañana una buena hora de retirada, aunque todavía quedaban allí el de los calzoncillos, el capitán, los rusos de los chupitos, la agente de policía, la camarera que hablaba español… Una pena despedirse de toda esta buena gente, amigos de la noche, pero ¡de qué noche!
De regreso a la casa mis vecinos los rusos y las ucranianas seguían bebiendo cerveza en la puerta de los apartamentos. Allí seguí de tertulia varias horas más. Disfrutando de la after party, a eso de las doce o una todos vuelven a entrar a Kazantip. Aquí la gente no para. Es brutal.
No sé si volveré o no, pero sin duda me voy con más que un buen recuerdo.
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