Piqué y los suministradores de estramonio
Gerard Piqué volvió a evidenciar que, como el entorno del club, desoye las modélicas ruedas de prensa de Guardiola. Vio la roja, reaccionó con una pataleta que disgusta a su entrenador y tras pasar por la ducha, no pensó en el bien común del colectivo, alborotando aún más ante los micrófonos. En frío, desprolijo de la calentura del momento, declaró que su expulsión respondía a una venganza personal. Guardiola, que pide sortear las adversidades en el campo y no en el micrófono, tiene sobrados motivos para estar enfadado. Abrazarse al victimismo es conceder demasiada ventaja al enemigo. La UEFA de Platini, ayer en el palco del Bernabéu, ya metió en cintura a Mourinho por sus insinuaciones de conspiraciones arbitrales, patrocinadas por Unicef. Con Piqué ocurrirá lo mismo. Lo de Piqué es la penúltima demostración de que Guardiola, cada día que pasa más, está solo en su lucha por prestigiar la imagen del Barça. Él sabe que su Barça se ha convertido en el equipo más admirado del planeta por su imagen inmaculada y su fútbol de terciopelo, no por sus quejíos arbitrales o por dudar de la honradez del prójimo.
La torpeza de Piqué, retratado por la ejemplaridad de Guardiola, ha encontrado respuesta en Sánchez Arminio, que ha reaccionado para suturar cualquier posible herida sobre la honradez de sus colegiados. No le pareció grave que Mourinho esperase a un árbitro en el párking para increparle, ni cuando Casillas espetó a un árbitro 'vete de fiesta con ellos', pero ahora pide escarnio para Piqué. Resulta comprensible que Sánchez Arminio se preocupe de defender la ausencia de malicia de sus colegas y que pida severidad al Comité de Competición. Dicho esto, sería aconsejable que Sánchez Arminio también pusiera énfasis en remediar el nivel que su colectivo muestra con manifiesta ineficacia. Sin colores de por medio, con honradez pero con desacierto sonrojante, Mateu Lahoz se tragó un gol válido de la Real Sociedad, Iturralde amonestó a nueve del once titular del Valencia y Velasco Carballo no tuvo precisamente una buena actuación en el Camp Nou. Estas cuestiones también deberían preocupar a Sánchez Arminio. Los árbitros recuerdan que son seres humanos y que, como tal, se equivocan. Cierto. Pero la autocrítica también es una cualidad humana.
La denuncia de Sánchez Arminio retrata a más colectivos. En este caso, el de los falsos profetas. Conviene hacer memoria. Este Sánchez Arminio es el mismo que fue etiquetado como cómplice de Villar, para ponerle alfombra roja al Barça. Este Sánchez Arminio que pide denunciar a Piqué, es el mismo que al que los terroristas de la información deportiva acusaban de machacar sistemáticamente al Madrid. Sus semillas del odio han germinado, pero su toxicidad, hipnótica y alucinógena, queda en evidencia. Han pasado de asesinar la reputación de los árbitros cuando el Barça era líder, al silencio sepulcral cuando el Madrid es el primero. Sus mentiras han vuelto a quedar al descubierto y su credibilidad reposa en el lugar donde la espalda pierde su casto nombre. La audiencia de los cofrades de la higuera del infierno es directamente proprocional al tamaño de sus embustes. Se abonan, sin rubor alguno, al discurso de Groucho Marx: 'Estos son mis principios pero, si no le gustan, tengo estos otros'. Piqué les concede munición extra, Guardiola les retrata. Ayer, villarato. Hoy, mutis por el foro. Así son los suministradores mediáticos de estramonio.
Rubén Uría