Artículo de
Xavier Bosch sobre el #Barçagate
Desde que
Joan Laporta dejó la presidencia del Barça no he escrito más sobre él. Forma parte del honor de la historia del club y, con el tiempo, van quedando sólo las cosas buenas -los títulos, el fichaje de Guardiola, la modernización del club, la expulsión de los violentos- y se van minimizando los pollos de ese momento que no fueron pocos y que, en su momento, me obsesionaron por el bien del Barça: el no levantar las alfombras, la mentira del cuñado y la Fundación Francisco Franco, el no querer convocar elecciones cuando tocaba y, sobre todo, los millonarios fichajes de
Keirrison y
Henrique, el fútbol base en Argentina y otras operaciones uzbekas jamás contadas con la transparencia necesaria. Vistos ahora, son episodios que la fortaleza del Barça y el rigor económico de la actual junta han ayudado a amortizar. A veces pienso, incluso, qué votaría si fuera compromisario y ahora se tuviera que decidir, de nuevo, sobre la conveniencia, o no, de una acción de responsabilidad.
Lo que no olvido es el vergonzoso e indecente tema del espionaje. Y menos ahora que se van destapando detalles de tamaño estercolero. Mundo Deportivo, con su serie Barçaleaks, hace cuatro días que nos viene sorprendiendo con los expedientes de Método 3. Hace pocas fechas, El Periódico y el Mundo también nos alertaban del seguimiento a
Piqué. Antes fue La Vanguardia quien aportó nuevos datos sobre el espionaje en el Barça hasta el punto de que hoy sabemos, con mucho más detalle, a qué se dedicaron los 3,2 millones que el club se gastó en detectives durante un par de años. La seguridad del presidente, que venía como concepto en las facturas, era lo de menos. Aquí, pagando el Barça, se ha escudriñado la vida de cuatro vicepresidentes que podían hacer sombra al candidato oficialista; se ha espiado a socios y periodistas que se creía que estaban detrás de la moción de censura; se ha hurgado en la Visa de Piquéy se le ha intervenido el teléfono (¿quién coño pidió ese seguimiento?); se han mirado todos los 'mails' de los empleados del club; y, a costa del Barça, se han pagado espionajes políticos encargados por los mismos partidos. Hasta ahora ha salido el episodio de CiU. Me aseguran que no será el último partido que se aprovechó del Barça para hacer sus investigaciones políticas internas.
Los responsablesTodo esto es un escándalo muy lamentable. El episodio más oscuro de la reciente historia del Barça. A medida que se descubren los documentos del Barçaleaks, nos damos cuenta de que esto era el Barçagate. Un montaje de tomo y lomo que tendrá que esclarecerse en los juzgados. En las fotos, para ilustrar todas estas noticias, suelen aparecer
Ferran Soriano (ahora, sin el paraguas de la publicidad de Spanair, los medios osan un poco más que antes),
Joan Oliver, que era el director general del club, y, últimamente y por méritos propios,
Xavier Martorell.
Laporta, el presidente durante todo ese momento, nunca sale. Dijo Oliver que, sobre el caso de los cuatro vicepresidentes, Jan no sabía nada. ¿De todo lo demás, tampoco? ¿No estuvo en ninguna de las reuniones donde se montaron esos tinglados? Me encantaría que estuviera libre de toda culpa y que saliera a decirlo. Al final, comparado con toda esta mierda, sus facturitas de los pollos al ast de 'Lolita 4' de Sant Cugat, pagadas con la Visa de
Eduardo el guardaespaldas para disimular, eran una anécdota de risa.
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