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Autor Tema: Power Balance, al borde de la quiebra  (Leído 7809 veces)
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Sexo: Masculino De: La Vila del Pingüí
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« Responder #30 en: 29/06/17, 11:50:38 am »

Creo que la pulsera Rayma es la mayor horterada que vi cuando era yonpequeño, pero lo de los muñecajos colgando ya se llevaba la palma.

La misma estafa pero con algunas décadas de diferencia, es decir, nada nuevo bajo el sol.

...y recuerdas este otro artilugio maquiavélico ochentero nocillero?


Cuando parecía que el cupo de demencialidad freakie ochentera ya había llegado a sus límites más exorbitados (gracias a beligerantes empresas que tan solo buscaban la destrucción de la raza humana a través de la inserción en la sociedad de kitsch-objetos de dudosa estética post-industrial), una atrevida compañía de jardinería de clara orientación satánica introdujo en el mercado un objeto que hizo de nosotros peores personas y sobretodo acentuó nuestra ya marcada tendencia psycho-killer. El ítem en cuestión era conocido bajo el sobrenombre de Cespino pero también podía ser encontrado con el alias de Cespín o puto Potato.

A pesar del coprofágico aspecto del boniato con cara, debemos desmentir la procedencia mierdil del objeto. Esta especie de patata tenía una peculiaridad que lo alejaba de lo convencional; si era colocada en un recipiente con agua, en cuestión de días le crecía en la azotea una abundante mata de pelo verde (que no era más que maldito césped del de toda la vida). La fascinación que este burdo proceso biológico producía en nosotros era tal que permanecíamos todo el día maníacos perdidos esperando llegar a casa para ver los progresos capilares de Mr.Cespino a.k.a "La mierda con ojos". Había algunos sujetos (futuros psicópatas de postal) que iban más allá y mantenían una relación de amistad profunda con la patata que superaba todos los umbrales de lo conocido por los doctorados en psicología más avezados; hablaban con ella e incluso actuaban como esteticiens personales realizando espectaculares cortes de pelo estilo cepillo. Había auténticos dramas personales cuando nuestros progenitores procedían al desalojo de la apestosa patata de la estantería del salón para ubicarla directamente en el cubículo destinado a los residuos orgánicos de donde nunca debió salir.

La empresa fantasma que ideó tal artilugio del demonio jugó en demasía con nuestra cordura, llevándola a extremos que solo habían sido vistos en las instituciones mentales de Wisconsin y Tennesse sur. La idea millonaria de la patata peluda tuvo consecuencias devastadoras en la salud mental de hordas de nocilleros que tuvieron que renunciar en infinidad de ocasiones a suculentos platos de patatas bravas pensando que estaban ingiriendo parte del alma del señor Cespino. Fueron espeluznantes episodios de esquizofrenia extrema que agitaron los últimos años del decenio mullet y que espero que no se vuelvan a repetir, pues de ello depende la estabilidad mental de las generaciones venideras.

Ostiaaaaa ¡El Cespino! ¡Yo llegué a tener uno! Pero creo que acabó destrozado una vez el cesped se iba pudriendo y ya olía mal.
Que ya ves tu que misterio era,  un saco de tierra minúsculo con varias semillas de césped dentro, y unos ojos de plástico.

Siento confirmarte que yo también tuve un Cespino en mi casa, y lo que más me preocupaba era el estado en el que me lo iba a encontrar después de volver del cole.

Cabe destacar que llegué a cogerle cariño, te lo digo sinceramente.
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